EL CRISTO DEL CEMENTERIO

CRONOLOGÍA

Entre los siglos XIII o XIV.

ESTILO ARTÍSTICO

Gótico tardío.

COMENTARIOS SOBRE LA OBRA

El Cristo del Santísimo o del Cementerio de Gibraleón es una obra anónima, salida de algún taller escultórico sevillano entre los siglos XIII o XIV. Ignoramos cómo llegó a Gibraleón y cuál fue su primitivo título. El nombre actual es moderno y le fue impuesto en 1879, por los hermanos del Santísimo, de la parroquia de Santiago, cuando, al prohibirse los enterramientos en las iglesias por medidas higiénicas y pasarse a inhumar a los muertos en los cementerios municipales, decidieron construir un panteón en el camposanto para uso de los cofrades y una capilla presidida por este Cristo.

En 1981, tras un siglo de permanencia en el cementerio de Gibraleón, donde el pueblo le rebautizó como el Cristo del Cementerio, fue restaurado por el Ayuntamiento y trasladado a sus Casas Consistoriales.

De estilo gótico, su tamaño, que dobla al de otras obras propias de la época, así como su volumetría, nos hacen relacionarlo con un período tardío en dicho estilo. Es un Crucificado de bulto redondo, tallado en madera policromada y mide 1.60 metros. Se fija a una cruz arbórea por medio de tres clavos, uno en cada mano y el tercero atravesando los pies. Sobre la cabeza porta una corona sogueda, en la que se ensartarían espinas naturales o metálicas.

El sudario, de profundos pliegues, le llega hasta las rodillas. La herida del costado que le infligió el centurión proclama que está muerto. Al hilo de su defunción, el artista ha exacerbado los rasgos agónicos: brazos desplomados y piernas flexionadas por el peso del cuerpo, manos crispadas, costillas pronunciadas y expresivo gesto de dolor.

ANECDOTARIO

Como nos indica, un investigador de la localidad, José Marín de la Rosa, el hecho de su conservación en la actualidad puede ir vinculado, curiosamente, al mal estado en que se encontraba antes de su restauración provocando que nadie se fijara en ella y evitando que llegara a perderse en cualquier colección privada.

La restauración fue muy laboriosa dado su alto grado de deterioro, faltándole dedos de pies y manos y múltiples huecos por todo su cuerpo. Además, personas ignorantes de su valor, con la mejor intención, durante muchos años, procedieron a rellenar dichos huecos cubriéndolos con telas, esmalte y purpurina.

Durante su restauración se detectaron costras de sal marina, lo que nos indicaba su cercanía a dicho medio, incluso hizo pensar que su misterioso origen estuviera ligado al mismo.

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